domingo, 24 de abril de 2016

Viernes Santo en Sevilla

Crónica de uno de tres jartibles



Un Viernes Santo de intenso sabor


Los 18 ciriales de la Mortaja

Abres los ojos confundido y miras la hora que es. ¿Las siete menos diez?. ¡Qué es viernes santo en Sevilla!. Arriba y a la calle que es tarde.

Tras despertar con la dulce resaca de la "Madrugá" y un paso por la ducha, previo café cargado, había que iniciar nuestra particular estación de penitencia cofrade. Con el horario que manejábamos de primeras, descartábamos el ir a ver la hermandad de La Carretería. Por tiempo y distancia nos era casi imposible llegar cómodamente a verla por donde discurría en ese momento, aunque más tarde estaríamos por la zona de su capilla, pero ya con la hermandad recogida. Lo primero que queríamos ver era lo más cercano en ese momento, y eso era la hermandad de San Isidoro, recién salida de su parroquia, por el entorno de la Alfalfa.

Fran y Ana ya estaban por las calles de Sevilla, así que empezábamos la jornada Raúl, Inma y yo. Antes de salir de Descalzos recibí la llamada de mi hermana, que ya se encontraba con Rosa por la zona de la Catedral, y quedamos en la plaza de la Alfalfa para ver San Isidoro y después seguir viendo cofradías los cinco juntos.
El Viernes santo en Sevilla es un día para disfrutar de las cofradías. Hay gente pero en una medida justa, lo cual te permite moverte con soltura para ver las cofradías buscando los pasos.

Situados en el centro de la plaza de la Alfalfa, vimos el transitar de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, acompañado en su paso por el Cirineo que tallase en 1688 Ruíz Gijón. Este año no portaba el Nazareno su túnica granate de 1718, la más antigua que procesiona en Sevilla.




Nuestro padre Jesús de las Tres Caídas por la plaza de la Alfalfa
El paso de San Isidoro desde la otra perspectiva

Al ser un cortejo no muy extenso, esperamos en el mismo sitio el particular y precioso palio dorado de Nuestra Señora de Loreto, patrona del Ejército del Aire. Curioso es el pequeño hidroavión de oro que cuelga de la muñeca izquierda de la Virgen (Réplica del Plus Ultra).





Nuestra Señora de Loreto por la Alfalfa

Al terminar de pasar la hermandad de San Isidoro nos reunimos los cinco, poniendo rumbo a la zona del Arenal y alrededores, para seguir viendo las cofradías del día. Lógica decisión pues esa zona es un punto caliente el Viernes santo, pues son muchas la cofradías que recorren esa zona.
Cruzando la carrera oficial por la calle Sierpes, enseguida topamos con la hermandad de Montserrat cuyo misterio iba por la calle Rioja, para afrontar el giro a Velázquez previo a su entrada en Campana. Allí, bien situados y con poca gente, pudimos ver una enorme "revirá" del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón a los sones de la marcha "Creo en ti", interpretada magistralmente por la Banda de las Tres caídas de Triana. El paso en su giro acompasado con la música, permite una mejor visión de la conversación entre la portentosa imagen del crucificado y del buen ladrón Dimas. Una visión que te hace creer que ambas imágenes hablan entre si. Sin duda un momentazo de los que se recuerdan durante mucho tiempo.





El Santísimo Cristo de la Conversación del Buen Ladrón de Rioja a Velázquez


Tras el paso del crucificado que tallase Juan de Mesa y para no perder mucho tiempo, recorrimos la calle Rioja hasta la plaza de la Magdalena buscando a la Virgen. El paso de palio de Nuestra madre y Señora de Montserrat es una auténtica obra de arte digna de contemplar con o sin música. De hecho, no nos hizo falta que sonara ninguna marcha para disfrutar de tan bella estampa, aunque no nos hubiese disgustado verla caminar a los sones de la banda de Tejera.




Nuestra Madre y Señora de Montserrat por la plaza de la Magdalena

Abandonamos la plaza de la Magdalena por la calle Méndez Núñez para tomar luego por la calle Carlos Cañal, buscando el convento de San Buenaventura para ver La Soledad. Al llegar a las puertas del convento franciscano y ver que aún no había llegado ni la cruz de guía, decidimos tomarnos un helado en La Fiorentina para hacer tiempo. Tarrina de helado en mano, de pestiño en mi caso, nos acercamos a la plaza de Molviedro para ver el cortejo. Fue un acierto total. El paso de la Soledad de San Buenaventura venía por la calle Castelar, y en una dulce, lenta y preciosa revirá llegó a la plaza. A los sones de "Oremos", interpretada por la Banda Municipal de Mairena del Alcor, giró y llegó hasta la capilla de la hermandad de Jesús Despojado, donde fue agasajada con una portentosa saeta. Saeta brillantemente interpretada por una mujer desde un balcón y llena de emoción. Segundo momentazo de la noche en menos de una hora.


Capilla del Mayor Dolor en la Plaza de Molviedro

La Soledad de San Buenaventura llegando a Molviedro

Tras despertar de ese mágico momento en Molviedro, y dando una ligera vuelta, nos mudamos a la calle Adriano. Era la hora de encontrarnos con Triana y sus dos hermandades del día en la zona del Arenal. La primera en llegar era la hermandad de El Cachorro, cuya cruz de guía ya iba por Reyes Católicos cuando asomamos en la calle Adriano. El paso del Santísimo Cristo de la Expiración estaba casi a la altura de la capilla de el Baratillo cuando llegamos, así que tras cruzar el cortejo de nazarenos sin molestar, vimos el saludo desde el  Monumento a la Primera Vuelta al Mundo. La visión del crucificado de Ruíz Gijón con potencias y corona de espinas impacta visualmente por atípica. Aunque simbólicamente esté más completo y correcto con ambos atributos, que la típica imagen del Cristo sin ellos en la cabeza.






El Santísimo Cristo de la Expiración por la calle Adriano

Como el sitio no nos convencía mucho, tras ver el misterio de El Cachorro y en una maniobra estratégica otras veces usada, cogimos por las calles Gracia Fernández Palacios y Antonia Díaz, para situarnos en la calle Adriano pegados a la puerta de la capilla del Baratillo. Y allí, muy cerquita,  vivimos el tercer momentazo de la noche, la llegada de la Virgen del Patrocinio (A los sones de "Mater Mea"), su saludo a la hermandad del Arenal y su posterior partida a su barrio (A los sones de "La Señorita de Triana" de Pedro Morales). Simplemente maravilloso. La Virgen sin lágrimas en su rostro, el precioso paso de palio, la música de la Oliva de Salteras, el impecable trabajo de los costaleros y, como no, el arte y el salero de su capataz don Paco Reguera. Un todo. La gracia de Triana más allá del río que es frontera nos cautivó a todos. Mucho sabor.










La Virgen del Patrocinio en el Baratillo


La segunda cofradía Trianera en pasar por la zona era la hermandad de La O.  Moviéndonos un poquito, logramos ver el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno discurrir por la calle Real de la Carretería, usando las diversas calles que dan a ella (Donoso Cortés, Techada y Toneleros saliendo a la calle Adriano). El acompañamiento musical a cargo de la Banda del Sol correcto.



Nuestro Padre Jesús Nazareno (La O) por Real de la Carretería

Tras dejar el Nazareno de la O en la calle Adriano, camino de su saludo al Baratillo, era hora de reponer fuerzas en el Mesón El Serranito. Una selección de los montaditos de la casa y a seguir. Aprovechamos que el restaurante tiene una puerta trasera que da a Real de la Carretería para salir por ella, y poder ver a María Santísima de la O desde la calle Aurora (Perpendicular a Real de la carretería y apenas con gente). A los sones de "La Madrugá", de Abel Moreno e interpretada por el Carmen de Salteras, la vimos pasar y nos fuimos camino de la Catedral para bordearla por Santa Cruz buscando el siguiente objetivo, que era La Mortaja, que suponíamos iría por la calle Francos.







Mª Stma. de la O por Real de la Carretería

La hermandad de La Sagrada Mortaja es un de esos cortejos de los que hay que verlos de cabo a rabo. Empezando por el Muñidor que abre el cortejo y la Cruz de Manguillas en vez de la Cruz de Guía, y siguiendo por todo el cuidado cortejo, hasta los dieciocho ciriales de paso (en referencia a los asistentes al entierro de Cristo) que van delante del impresionante grupo escultórico que representa el entierro de Jesucristo, todo en esta lúgubre cofradía merece la pena. Aparte de ser corta, rápida y de un solo paso. Y si la ves a oscuras directamente te traslada a otra época.
Nosotros alcanzamos el cortejo en la Cuesta del Rosario y allí aprovechamos para verla entera, aunque con demasiada luz para saborearla pero de sobra para fotografiarla.









La Sagrada Mortaja por la Cuesta del Rosario

Era la una menos diez de la noche y ese parecía un bonito final para un corto e intenso día. Así que en la Alfalfa, ya rumbo a Descalzos, Rocío y Rosa cogieron un taxi hacia los Bermejales y Raúl, Inma y yo nos fuimos al piso, ya que a las nueve de la mañana "el niño de las maletas" y señora partían rumbo a Ronda. El Viernes Santo parecía cerrar las puertas cuando la idea de llamar a Fran, que aún andaba por ahí, rondó mi cabeza. No hizo falta pues al instante entró por la puerta para dejar a su hermana en el piso, que también se iba temprano con Raúl e Inma. De repente saltó la chispa: "¿Nos vamos otra vez a la calle a ver la Mortaja por Doña María Coronel? ... ¡Venga vamos!". La cofradía estaba de nuevo en la calle sin remedio, aunque con gel frío en las piernas para ayudar. Y la verdad es que fue uno de los mayores aciertos.

Saliendo por la Plaza del Cristo de Burgos vimos que la cofradía iba empezando doña María Coronel, así que entrando por la calle Gerona llegamos a mediación de la anterior calle y remontamos la cofradía hasta llegar al muñidor con su campana de sonido triste y seco, que anuncia el entierro de Jesús, que ya casi llegaba al cruce con Bustos Tavera. En una casi absoluta oscuridad y frente a la plazuela de san Quintín nos quedamos a esperar el paso de todo el cortejo. El ambiente era de total y respetuoso silencio. Las conversaciones eran tenues susurros al oído para no romper la magia del momento. Hasta el frío de la noche venía bien para el momento.
Sin darnos cuenta, Fran y yo estábamos situados frente a un azulejo de la Esperanza Macarena alumbrado por dos candiles, y gracias a unos chavales que estaban al lado comentándolo, recordé algunas vinculaciones entre la Macarena y la Mortaja (Antiguamente conocida como la Macarenita), especialmente las supuestas similitudes de autorías de ambas imágenes de autor desconocido. Estos pensamientos en la oscuridad de la calle conseguían que cada vez más me dejase llevar por las sensaciones, y más aún cuando el trío de capilla musical y la escolanía musical María Auxiliadora empezó a interpretar un canto litúrgico fúnebre. El puzzle de emociones empezaba a encajar conforme te dejabas llevar por tan estremecedor momento. No sólo yo sentía eso, un pequeño niño detrás mía no quería ponerse delante por el miedo que le daba el cortejo. Lógico, era totalmente un cortejo fúnebre de siglos pasados.
Al llegar los 18 ciriales que preceden al paso y simulando el número de antorchas que iluminaron el entierro de Cristo, una saeta empezó a romper el silencio sepulcral. De donde provenía era una incógnita, pues no se veía a nadie asomado a ningún balcón y el sonido provenía de arriba. Afinando el oído logré situar el cante de la saeta en un balcón detrás de una contraventana cerrada. Era una señal de luto antiguo, de respeto, de otro tiempo. Al llegar el paso de Nuestro Padre Jesús Descendido de la Cruz en el Misterio de su Sagrada Mortaja, María Santísima de la Piedad y el resto del grupo escultórico aún sonaba esa saeta de intérprete respetuosamente escondido. La dura y estremecedora, aunque bella, ambientación y la predisposición de los que allí nos encontrábamos, incluso cerrando los ojos, nos transportó a otra época pasada, era el traslado al sepulcro de Jesucristo en Sevilla con dos mil años de diferencia. El cuerpo helado y no de frío. Simplemente fue un momento mágico, de los que de verdad te quedan en el alma grabados a fuego. Y lo que rasga y toca el alma, emociona y mucho.
Tras despertar de tan emocionante vivencia, para relajar cuerpo y mente, nos fuimos a  tomarnos un gintonic en la plaza Nueva y comentar lo que nos había deparado el día. Que fue mucho y bueno, y en poco tiempo. Un Viernes Santo para no olvidarlo por su intenso sabor.